lunes, 24 de marzo de 2014

Comida

Mis eternos problemas con la comida están en su mejor momento.

Desde el momento en que me diagnosticaron mi carcinoma he recibido un chaparrón de datos relacionados con la comida: recomendaciones para prevenir e incluso para curar, recomendaciones para que mis defensas sean invencibles, zumos de repollo por la mañana, semillas de albaricoque, no consumas lácteos, come berberechos, come sardinas, no tomes bebida de soja, bebe leche materna... y si algún día a estas voces le unes un paseo por internet las recetas se multiplican hasta el infinito.

Me desestabiliza tremendamente no saber hacerlo bien, acabar de repartir cenas sin ganas de preparar la mía, salir del supermercado comiendo cualquier porquería, comer compulsivamente regalices con pica-pica, comprar comida "sana" y no encontrar el momento, la forma o la energía para cocinarla antes de que se estropee y vaya a parar a la compostera.

Comer "inadecuadamente" no es algo nuevo, sentirme culpable tampoco, sentir que eso puede matarme sí y me vengo abajo. Lo que no ha conseguido un diagnóstico de cáncer o el goteo de "no buenas" noticias, lo consigue la comida.

¡Quién me diera un cocinero!

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