martes, 13 de enero de 2015

Doctoras y pacientes

Una revisión ginecológica no es un procedimiento agradable. No es lo peor que te pueden hacer pero tiene algo entre incómodo, humillante y doloroso, todo en un grado asumible, pero todo junto te deja el cuerpo (y el alma) incómodo.

He estado a punto de pedir perdón por no ir cargada de papeles e informes a una ginecóloga que me hacía preguntas mirando al monitor del ordenador; he obedecido todas las indicaciones: fuera ropa, postura, flojita... ; he escuchado atentamente sus explicaciones y, antes de marcharme, he querido poner nombre a mi ginecóloga.

- ¿Cómo te llamas?
- Soy la doctora F.
- Pues encantada.
- Ya te había atendido otra vez.


Me consta que es la ginecóloga que me explicó que la imagen de la ecografía apuntaba a que mi bulto era un carcinoma, me derivó a Lugo y me deseó suerte y ánimo al despedirse. Se me olvidó preguntarle quién era, ¿en qué estaría pensando...?

Por cierto, bonito nombre: doctora.