Parece ser que mi vida es una especie de juego de hundir la flota, las opciones son o agua o hundido (en mi caso hundida).
Cuatro meses después y después de haber repetido mi pregunta una y otra vez, el lunes pasado me encontré con una oncóloga nueva que se sumó a la tendencia denegadora:
- ¿Y puedo nadar?
- No.
- ¿Por qué?, dame una buena razón para no poder nadar.
- Es que te han quitado todos los ganglios de la axila y el brazo...
Ahí fue donde me di cuenta de que había un error, en mi primera cita de rehabilitación había conseguido un permiso condicionado a mi buen juicio y al permiso de la oncóloga, así que no iba a dejarme arrastrar por la dinámica de la falta de coordinación entre el maravilloso equipo multidisciplinar.
Conseguí un sí y no voy a volver a preguntar, por si acaso.
En Viana do Castelo, recuperando mi condición anfibia. Bienvenidas, endorfinas.
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