jueves, 9 de octubre de 2014

Curas

Cualquiera que me conozca un poco sabe que a estas alturas de mi vida, y superada mi etapa kumbayá, no soy muy amiga de curas (ni de monjas).

Caprichos de la vida, cada mañana (y si tengo el día impertinente también por la noche) tengo una cita con una cura. Y aunque sea en femenino y no tenga nada que ver con la iglesia, tampoco me molan nada estas curas.

Para todos aquellos que lo preguntan y todos aquellos que lo afirman, no, la radioterapia no es inofensiva, ni más llevadera, ni menos agresiva que la quimioterapia, simplemente son distintas. Y aunque pilla en un momento en el que la esperanza de acabar te ayuda a mirar un poco más adelante, y aunque tiene la ventaja de ser rápida (en su aplicación, y menos mal, porque la postura en la camilla me producía algo muy parecido al dolor) el procedimiento en sí no es ni más ni menos doloroso que las sesiones de quimio.

Señores, no me ninguneen la "maldad" de la radioterapia, que viene de la mano de curas y ya saben... con el clero hemos topado.

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