Si algún personaje viejuno de zarzuela contemplara mi presunta melena podría exclamar: ¡caracoles!
Yo, años después de recorrer a paso ligero los museos vaticanos escapando de bustos de mármol, lo primero que he pensado es que me parezco a Trajano (que debió ser el emperador con el pelo menos encaracolado de todo el imperio romano, pero he pensado Trajano).
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