No hay momento decisivo sin su correspondiente síndrome del nido.
Desde que me dieron fecha para mi operación tengo la sensación de tener que ordenar, limpiar y cambiar cosas de sitio, y esa imperiosa necesidad se traduce en actividades absurdas como quitar las hojas usadas de los cuadernos de este curso o pegar pósters en las paredes de la habitación de Sabela.
El cuerpo me pide ordenar todo, ir habitación por habitación quitando lo que sobra y ordenando lo que hay; la cabeza me pide parar, esperar quieta, descansar; mis actividades absurdas son una especie de solución de compromiso.
Tic, tac, tic, tac... ya solo quedan tres días, ¿cuántas más cosas absurdas me dará tiempo a hacer?
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