domingo, 1 de junio de 2014

Junio

La última nochevieja resultó un poquito accidentada. Mientras mis padres, mis suegros y mi marido se dedicaban a chupetear las patas de las nécoras (mis hijos lo evitaban) yo me aventuré en el mundo de la diarrea corrosiva.

La consecuencia inmediata de mi prolongada e inadvertida ausencia de la mesa fue mi completa desubicación, tanto fue así que olvidé mi ritual habitual de pelado-despepitación de las doce uvas. Podría ser una consecuencia de mi costumbre de comprar uvas sin pepitas, que me han regalado el gusto de comer uvas, pero lo cierto es que ni me acordé hasta el momento en que empezaron a sonar las campanadas y metí la primera uva en la boca. ¡Error!

Y podeis llamarme lo que querais pero lo cierto es que llevo meses acordándome de que la pasada nochevieja solo pude comerme cinco de las doce uvas de la suerte: enero, febrero, marzo, abril, mayo... y ya hemos empezado el mes seis.

De momento es un alivio seguir aquí. A ver si, a pesar de todo, queda suerte para los siete meses restantes.

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